Aquí les presento dos imágenes de los últimos días, muy distintas entre sí, pero que sin embargo coinciden en señalar la forma en que Chile se debe relacionar con el resto del mundo.
La primera es una foto muy protocolar y muestra a la Presidenta Bachelet de Chile con el Presidente Kirchner de Argentina, reunidos en un encuentro bilateral en Córdoba, en el marco de la reciente cumbre de países del MERCOSUR.
Bolivia subió el precio del gas que exporta a Argentina. Y Argentina, por su parte, le subió el precio del gas que exporta a Chile. Hubo voces en mi país -especialmente de la derecha aunque también de otros sectores políticos- que inmediatamente exigieron mano dura al gobierno. Que había que ponerse los pantalones, que con Chile no se juega caramba, que los argentinos tales por cuales, que despertara el jaguar y esas huifas. Igual que saltaron al sólo incorporarse la palabra "Mar" a los diálogos bilaterales con el gobierno de Bolivia. Igual que saltan cada vez que tan sólo alguien osa mencionar la palabra Perú.
Pero lo cierto es que, por un lado, Chile paga un precio comparativamente bastante bajo por el gas que importa, y por otro, el gobierno argentino tiene el deber de velar en primer lugar por el bienestar de su propia población y luego -aunque nos pese- por el de sus países vecinos. Esto no me convierte a mí ni a nadie que sostenga lo mismo en un antipatriota, sino más bien impone un criterio mínimo de realidad a la relaciones internacionales. Lejos de arranques chovinistas y militaristas, lo que Chile necesita es dar la mano a sus vecinos, para conversar, negociar, defender sus intereses, reducir los costos internos de las medidas tomadas por otros países, pero sin olvidar el hogar o territorio común que habitamos (en esto podríamos aprender mucho de la experiencia de la Comunidad Europea).
La segunda es una foto de ayer domingo y muestra a un grupo familiar chileno residente en el Líbano, que llega al Aeropuerto de Pudahuel proveniente de Damasco, Siria, en el avión de la FACH que el gobierno puso a disposición de nuestros compatriotas (y también de ciudadanos de otros países latinoamericanos), para alejarlos del peligro de la guerra que ha lanzado el gobierno de Israel contra la población civil de su vecino país del norte.
Me impresiona sobretodo la expresión del niño con su bandera libanesa, mirando algo asombrado las siluetas de sus desconocidos familiares que lo ven llegar con emoción desde la distancia de la sala de espera del aeropuerto. Yo sé de viajes y sé de Retorno. Y aunque aparentemente el sentido del viaje es diferente, pues en mi caso el retorno fue desde la paz hacia la guerra sucia de Pinochet mientras en el caso de estas familias es desde otra guerra -también sucia- hacia la paz de Chile, adivino exactamente la misma emoción en los seres queridos que aguardan su llegada con impaciencia.
En medio de lo horrible de la guerra desproporcionada e inútil que ha lanzado Israel contra el Líbano, bello es el gesto de Chile de dar la mano a los que sufren. Y uno se queda con gusto a poco, pues son tantos cientos de miles los que permanecerán en ese país a pleno alcance de la barbarie, ante la total inoperancia de los organismos multilaterales, partiendo por la ONU. Pero algo es algo. En las buenas y en la malas, en la paz y en la guerra, dar la mano enaltece a Chile en el concierto internacional.