miércoles, 19 de marzo de 2008

Resiliencia

Sacando cuentas, sumando y restando, me demoré más de 50 días en volver. No me había pasado con tanta intensidad antes. El hecho es que, aunque las vacaciones se acabaron hace un tiempo ya, las blog-vacaciones siguieron su curso y se resistían a terminar.

La mayor parte de febrero literalmente me desconecté. Entre el sol, la arena, el mar, los mariscos, el pescado, la familia, las caminatas, el viento, mis mujeres, no había donde perderse. También hubo espacio para el ocio -mucho, para ser sincero, aunque no me arrepiento :)- lo que permite comprender, por ejemplo, mi adicción televisiva actual, llamada "Amor Ciego".

La cosa es que a fines de febrero volví al trabajo, a retomar proyectos por concluir y abrir otros nuevos en la mira. Mis prioridades se desplazaron entonces hacia el plano laboral, mientras decretaba una nueva prórroga a mis vacaciones blogueras. Volví a facebook, al mail, al chat pero no hallaba la palabra precisa para volver este espacio.

Y así fue pasando el tiempo, hasta que se acumularon eventos diversos, no relacionados entre sí, pero que me entregaron la pista sobre el tema del cual quería hablar.

El 29 de febrero recién pasado se cumplieron 12 años del accidente aéreo de Arequipa, donde murieron 42 jóvenes chilenos que regresaban de sus vacaciones en el Perú. Recuerdo, como si fuera hoy, la llamada telefónica del Flash a mi casa la mañana siguiente, avisándome que el Lalo Vergara iba en el avión.

¿Cómo poder transmitirles quien era el Lalo?... solidario, seductor, tranquilo, amigo, estudioso, serio, fiestero, amante, coherente, guitarrero, idealista, comunista, futbolero, cantante, carretero, creyente, hippie, activista, psicólogo, risueño, rebelde... y aún así las palabras no logran capturar todo el magnetismo de este compañero universitario que siempre estaba presente en los patios de la Facultad de Sociales de la PUC. Ahora fuimos con un lote (Yosy y Eduardo, Darío, Marcela y Carlos, Natalia) a visitar a sus padres y su hermana Mónica, que en el mismo avión perdieron también a su hermano Germán. Y fue mágico descubrir que podíamos sentir el cariño compartido y reirnos con ellos, recordando historias, anécdotas, tonteras... sin él, pero al mismo tiempo casi como si hubiera estado sentado a la mesa, comiendo pizza y tomando cerveza con nosotros y con sus familiares que tanto lo quisieron.

A las pocas semanas de esto, me tocó ver en la televisión una verdadera historia de terror. En el programa del Doctor Vidal presentaron el caso de una señora que hace 20 años quedó ciega y con el rostro completamente desfigurado, producto del intento de asesinato de su marido en su contra, quien tras dispararle dos escopetazos, se suicidó. Junto con lo atroz del relato, lo más impresionante fue paradójicamente ver la alegría de vivir de la protagonista, junto a su padre, sus hijos y nietas. En el transcurso de su tratamiento, que debió incluir varias operaciones durante varios meses para reconstruir su nariz y su cara, la mujer se entera del trágico fallecimiento de su hijo. Pero ella, como homenaje a su niño (que era pequeñito cuando su padre intentó matarla), en vez de detener la planificación médica, pide seguir adelante "porque eso es lo que hubiera querido mi hijo para su mamá".

Unos días después, me llega por mail, como todos los años, la invitación a recordar a Manuel Guerrero, José Manuel Parada y Santiago Nattino, militantes comunistas asesinados por un comando de Carabineros de Chile durante la dictadura de Pinochet. Yo estuve allí cuando se los llevaron de la puerta de mi colegio. Lo interesante es que la convocatoria, al igual que el año pasado, si bien siempre estará marcada por el luto, ahora se titula "Con Memoria y Alegría", convirtiéndose en un evento cultural-comunitario-político-ciudadano-familiar. Los muertos que mataron gozan de buena salud y viven en las nuevas generaciones.

Ya sé, tal vez esté mezclando peras con manzanas. Pero trátese de un tonto y absurdo accidente aéreo, de un horrible caso de violencia intrafamiliar o de un cobarde crimen político, lo que me asombra es la capacidad de sobreponerse, de seguir viviendo y sonreir, de construir y proyectar nuevos futuros. Aunque estoy seguro de que el dolor en lo más profundo no se va nunca.

En eso me dejan pensando estos tres ejemplos vivos de resiliencia.

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Imagen tomada de http://publicaffairs.uth.tmc.edu/hleader/