martes, 27 de diciembre de 2005

Michelle Bachelet: los desafíos de la segunda vuelta

Para mí está claro. Quiero que Michelle Bachelet sea la próxima Presidenta de Chile. En primera y en segunda vuelta. Tengo razones afectivas para mi opción.

Por su historia personal, por lo que representa como símbolo el pasar desde Villa Grimaldi -30 años atrás- al Palacio de La Moneda -hoy-. También porque vivió algunos años de su exilio en el mismo país y en la misma ciudad en la que pasé mi infancia, sin jamás renegar de ello, pese a que aquel país ya no existe ni existirá más que en mis recuerdos de niño y en los libros de historia. Además, porque de vuelta a Chile estuvo apoyando directamente, aún poniendo en riesgo su propia seguridad, a los hijos y familiares de las víctimas de la dictadura. Y luego, porque a pesar de su biografía y sin olvidarla, tuvo el coraje sobrepasar barreras y ayudar a construir país en ámbitos tan diversos como el de la Salud y la Defensa.

Sin embargo, aunque los afectos y la dimensión emotiva de la política tienden a jugar un rol cada vez más importante en prácticamente todas las sociedades contemporáneas, no puede dejarse de lado la dimensión más fría y cruda que sigue formando parte de su esencia: la política como lucha racional por el poder, en nombre de determinados proyectos o visiones de país.

Y aquí radican a mi juicio los principales desafíos o dilemas que se plantean en el escenario actual de segunda vuelta. Si se tratara de un asunto puramente aritmético la cosa sería fácil: Bachelet + Hirsch suman un pelo más que el 50%, mientras que Piñera + Lavín sólo llegan raspando al 49%. Pero mientras la racionalidad política de la campaña de Piñera es clara y unidireccional, la lógica de campaña de Michelle Bachelet es necesariamente diversa, heterogénea y en algunos aspectos potencialmente contradictoria.

Me explico.

Una vez que el candidato de la Alianza cuadró a la UDI y al pinochetismo detrás suyo, su campaña se asemeja a una "locomotora" que, partiendo desde la derecha, tiene su estación de destino claramente definida, casi como obsesión o idea fija: conquistar el centro. En función de este rumbo trazado se están movilizando todos los recursos humanos, financieros y comunicacionales de que disponen (que no son pocos), avivados por la música de fondo del pretendido "humanismo cristiano".

En cambio, la campaña de Michelle Bachelet tiene que avanzar en 5 direcciones distintas al mismo tiempo, cual gota de aceite vertida en una olla, que a partir de un determinado punto central va creciendo y ocupando espacios, esparciendo o derramándose "hacia afuera":

1. Consolidar el 45,9% de la primera vuelta y contener potenciales nuevas "fugas" de votantes moderados de centro, tentados de cruzar la vereda. A pesar de los ires y venires de la primera semana post 11 de diciembre, esto parece estarse logrando relativamente bien, luego de la incorporación plena a la campaña de todos los parlamentarios electos de la Concertación y de los dirigentes de las diferentes tendencias internas de la DC, además del mayor vínculo comunicacional entre Lagos y Bachelet.
2. Asegurar la mayor parte posible de la votación del Juntos Podemos (5,4%). Si bien el llamado a votar nulo -decisión absolutamente legítima aunque a mi juicio errada- de Tomás Hirsch y el Partido Humanista pareció complicar las cosas, el Partido Comunista está anunciando hoy día oficialmente el apoyo a Bachelet, tras una negociación que entre otras cosas dejó nuevamente en evidencia la injusticia del sistema electoral, que sigue excluyendo a un porcentaje significativo de la población (9% en las municipales 2004, 7% en las parlamentarias 2005, 5% en la presidencial 2005). Además, al fragor del debate, aparecieron también nuevos actores que podrían dinamizar a futuro la oferta política de la izquierda.
3. Crecer 1 ó 2 puntos porcentuales hacia votantes moderados o de centro que en primera vuelta apoyaron a parlamentarios de la Concertación y específicamente de la DC, pero prefieron a Piñera antes que a Bachelet. En el fondo se trata de recuperar votos que en primera vuelta "se fueron" hacia la derecha. Esto se ve como una de las tareas más difíciles, puesto que son personas que ya estuvieron frente a la disyuntiva y tomaron una opción, por lo que difílmente la reviertan en la segunda vuelta.

4. Explotar un cierto resquemor que puede haber quedado en alguna fracción mínima del electorado popular que votó por Lavín. Esto también es complejo, especialmente debido al rápido alineamiento de Lavín tras Piñera y a la disciplina y lealtad del votante UDI popular.
5. Por último -y esto es para mí es lo que puede definir la elección- conquistar a personas que no votaron en la primera vuelta (abstención + blancos + nulos suman cerca de 1.200.000 personas), convencerlos de votar en segunda, y de votar Bachelet. Este es un trabajo complejo, por la heterogeneidad de la población potencial a convencer y por su posible menor funcionamiento en base a lógicas de alineamiento político tradicional.

Si a mí, en este escenario, me hicieran la clásica pregunta leninista de "¿Qué Hacer?", diría que junto con salir a terreno o a las calles, reforzar el trabajo persona a persona que cada uno de nosotros puede hacer en sus respectivos ámbitos y círculos de amistad, trabajo y vida, y junto con vincular más claramente a Bachelet con el apoyo de que goza en la mayor parte de la ciudadanía la Concertación y el gobierno de Lagos, es preciso reafirmar comunicacional y discursivamente en estas 3 semanas que quedan, ciertas claves de identidad de Michelle.


Y en esto no habría que reinventar la rueda ni encasillar a la candidata en trajes forzados, sino recurrir a algo mucho más simple: las claves de identidad que hay en su propia historia, a partir de las cuales se puede convocar a múltiples y diversos grupos de la población. Éstas, a mi juicio, serían: 1. fuerte compromiso con la igualdad y la justicia social pero también con la diversidad, 2. audacia para romper esquemas y cruzar barreras sin renunciar a la propia historia (por ejemplo, irse a estudiar Defensa en Estados Unidos), 3. capacidad de implementar políticas públicas con alto apoyo ciudadano.

Se trata, creo yo, de tomar la iniciativa en este corto tiempo y marcar con claridad por qué Michelle Bachelet es la alternativa adecuada para Chile y por qué es capaz de congregar a grupos humanos tan heterogéneos en torno a un proyecto común de futuro. Hasta ahora, para mi gusto, esto no ha quedado lo suficientemente claro, pero es perfectamente posible de hacerse.