"Aplicación de golpes eléctricos", "gases paralizantes", "violencia policial", "lumazos", "abuso de poder", "patadas en el suelo", "jóvenes indefensos", "cuerpos amoratados", "quemaduras en el torso", "encierro en camarines", "censura a la prensa", "estadio de fútbol"... oía todo esto por la televisión después del partido de Chile con Argentina y me sonaba tan a historia conocida... será porque personas tan pero tan cercanas a mí vivieron hace treinta y tantos años una historia tan parecida, y por semanas, meses, incluso años... los mismos ingredientes, pero esta vez hablaban de Toronto, Canadá... no de la Academia de Guerra Naval de Valparaíso, no del buque escuela Esmeralda, no del campo de concentración de Pisagua...
Yo no sé cómo reaccionaría ante una descarga de electricidad en mi cuerpo. No sé si aguantaría algo así. Pero cuando he oído relatos de familiares directos al respecto, un gran escalofrío me recorre hasta el alma.
Por eso, la verdad, me pareció horrible, indignante, lo que hizo la policía canadiense con los jóvenes futbolistas chilenos a la salida del estadio. Me los puedo imaginar, a unos grandotes gringos mirando a estos negritos sudacas chilenos, pensando "cómo les damos una lección, cómo les enseñamos quienes son los que de verdad mandan acá, en el primer mundo"...
Y por eso también estoy totalmente de acuerdo con Mayne-Nicholls, "no podemos aceptar la acción de la policía, nuestros jugadores son niños de 18 y 19 años". Y permítame sumarme a esta indignación, a este reclamo, a esta protesta, agregando "ni ningún ser humano, tenga la edad que tenga, piense lo piense, se dedique a lo que se dedique, merece ser tratado de esta manera".
Justamente porque me siento parte de la barbarie de tantos miles de chilenos (entre ellos personas muy cercanas) que vivieron en carne propia la tortura, los golpes de electricidad sistemáticos, las patadas, el encierro en pequeñas piezas sin comunicación con sus familiares, etc. es que solidarizo con estos muchachos.
Si hablamos de fútbol, tengo claro que el triunfo de Argentina fue justo, aún a pesar del claro favoritismo del árbitro alemán por los trasandinos. Los chicos chilenos no supieron jugar con calma, con racionalidad, con estrategia, y sucumbieron ante el oficio de los chés. Pero estos son debates dentro de la cancha, sólo hablamos de fútbol, al fin y al cabo.
Sin embargo, lo que vino después no tiene nombre. Ni aquí ni en ninguna parte del mundo.
Parece que detrás de la apariencia de respeto por la diversidad cultural, detrás de la acogida al multiculturalismo que proyecta Canadá, se esconden los mismos trazos de xenofobia y racismo de tantos otros lugares del mundo.
Me encantaría oír las opiniones al respecto de tanto queridos compatriotas que viven allá, a ver si esto es sólo una visión influenciada por la prensa local o si estamos de acuerdo en el punto.
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Foto tomada de http://www.mediotiempo.com/noticia.php?id_noticia=42107