"Todos vuelven a la tierra en que nacieron, al embrujo incomparable de su sol" dice un famoso vals peruano y es muy cierto y necesario. Cuando además resulta que ese lugar es el desierto, es bello constatar que de esa aridez y sequedad puede brotar perfectamente -incluso desde la soledad y el dolor- una flor hermosa.
Entonces, tiene sentido mirar ese retorno al origen como lo canta Illapu: "Tierra mía, volveré para florecer..."